Thursday, February 16, 2006

II PARTE

Así fue que en el año 488 abandonamos las cuevas de Androth, pero el enemigo vigilaba y no tardó en advertir nuestra partida; no nos habíamos alejado mucho de las colinas cuando fuimos atacados por una gran fuerza de Orcos y Hombres del Este, ante la emboscada quedamos esparcidos por todas partes, mientras muchos huían hacia la caída de la noche. Pero en ese momento dentro de mi ardió el fuego de la batalla heredado de mi raza, y luché durante mucho tiempo y recuerdo que maté a muchos de los que me atacaron; pero al final fui superado, me hicieron cautivo y llevaron ante un hombre del este llamado Lorgan.

Este tal Lorgan era considerado el capitán y pretendía regir toda Dor-Lómin como feudo de Morgoth; y me hizo esclavo. Dura y amarga fue entonces mi vida en ese entonces; a ese salvaje le complacía darme un tratamiento más cruel que el acostumbrado, sólo porque era de la parentela de los antiguos señores, y pretendía quebrantar, si podía, el orgullo de la Casa de Hador.

A mi me tocó ser prudente, y soporté todos los dolores y contratiempos siempre atento y pacientemente; con el tiempo mi suerte se alivió un poco. Gracias a Ilúvatar no perecí de hambre, como les ocurría a tantos desdichados esclavos de Lorgan. Mi ventaja era que tenía habilidad y fuerza, y el salvaje de Lorgan alimentaba bien a sus bestias de carga, como nos llamaba, mientras fuéramos jóvenes y pudiéramos trabajar.
Al cabo de tres años de estar como esclavo, en el 491, pude vislumbrar por fin una oportunidad de huir. Ya había crecido mucho en estatura, tenía 18 años, y era ahora más alto y más rápido que ninguno de los Hombres del Este; y habiendo sido enviado junto con otros esclavos a hacer un trabajo en los bosques, me volví sorpresivamente en contra los guardias y los maté con una espada que logré arrebatarles y escapé hacia las colinas.

Los Hombres del Este me persiguieron con perros, pero de nada les sirvió porque casi todos los perros de Lorgan eran mis amigos, me había encargado de eso durante los tres años que estuve en cautiverio, y si me alcanzaban solo era para jugar conmigo y luego se alejaban cuando yo se los ordenaba.

Por fin a las cuevas de Androth y me quedé allí viviendo solo, y durante cuatro años fui un proscrito en las tierras de mi padre, torvo y solitario; y era temido, porque salía con frecuencia y mataba a muchos de los Hombres del Este con que me topaba. Entonces se puso un alto precio a mi cabeza; pero nadie se atrevía a acercarse a mi escondite, aun con fuerzas numerosas, pues temían a los Elfos y esquivaban las cuevas donde ellos habían habitado.

Mis expediciones no tenían como propósito la venganza, ya que mi único objetivo era buscar la Puerta de los Noldor, de la que hablaban los Anales. Pero no la encontré, porque no sabía por dónde buscar, y los pocos Elfos que aún habitaba en las montañas no habían oído hablar de ella.
Yo sabía que, aunque la fortuna aún me favorecía, los días de un proscrito están contados, y son siempre pocos y sin esperanza. Tampoco estaba dispuesto a vivir siempre como un hombre salvaje en las colinas desnudas, y dentro de mí quería salir corriendo en busca de grandes hazañas.

Un día a principios del año 23 a partir de la Nirnaeth, estaba sentado junto a un manantial que llegaba hasta las puertas de la cueva donde vivía; mirando hacia el oeste una nubosa puesta de sol. Entonces mi corazón me dijo que ya no seguiría esperando, sentí un repentino impulso por ponerme de pie y partir, con el temor de abandonar las tierras de mi parentela y de buscar una puerta que nadie sabía en donde estaba y que no había podido encontrar.

Entonces cogí el arpa que siempre llevaba conmigo, pues era hábil en el tañido de sus cuerdas, y sin tener en cuenta el peligro de mi clara voz solitaria en el yermo, canté una canción élfica del Norte para animar los corazones. Y mientras cantaba, el pozo que estaba a mis pies empezó a bullir con gran incremento de agua, y desbordó, y un riachuelo corrió ruidoso ante mi por la rocosa ladera de la colina, fue algo sorpresivo que nunca en mi vida me había pasado, no sabía a que atribuirle este hecho, pero algo dentro de mi me hizo pensar en los Valar, y tuve esto como un signo de que debía partir y me puse de pie sin demora y seguí el riachuelo.

Fue de este modo que descendí las altas colinas de Mithrim y salí a la planicie de Dor-Lómin al norte; y el riacho crecía sin cesar mientras yo avanzaba hacia el oeste, hasta que al cabo de tres días pude divisar en el oeste los prolongados cordones grises de Ered Lómin que en esas regiones se extienden hacia el norte y el sur cercando las lejanas playas de las Costas Occidentales. Hasta esas montañas nunca había llegado en mis viajes.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

hey amigo eres un bacan, gracias por dejarme comentarios . me gusta lo que escribes greasecolombia

5:17 PM  

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