Wednesday, March 15, 2006

VII PARTE

Después de este sueño, dormí profundamente, porque antes de que la noche hubiera terminado, la tormenta se alejó arrastrando consigo los nubarrones negros hacia el Oriente del mundo. Desperté por fin a una luz grisácea, y me levanté y abandoné el alto asiento, y cuando bajé a la sala en penumbras vi que estaba llena de aves marinas ahuyentadas por la tormenta; y salí mientras las últimas estrellas se desvanecían en el Oeste ante la llegada del día. Entonces noté que las grandes olas de la noche habían avanzado mucho tierra adentro, y habían arrojado sus crestas por sobre la cima de los acantilados, y tejas rotas y algas cubrían aun las terrazas delante de las puertas. Y al mirar desde la terraza más baja, vi apoyado contra el muro, entre piedras y despojos del mar, a un Elfo que vestía una empapada capa gris. Sentado, en silencio, miraba más allá de la ruina de las playas las largas lomas de las olas. Todo estaba quieto, y no había otro sonido que el de la impetuosa marejada.

Al ver la silenciosa figura gris, recordé las palabras de Ulmo y me vino a los labios un nombre que nadie me había enseñado, y lo dije en alta voz:
•¡Bienvenido, Voronwë! Te esperaba.
Entonces el Elfo se volvió y miró hacia arriba, y me encontré con la penetrante mirada de unos ojos grises como el mar, y supe inmediatamente que pertenecía al alto pueblo de los Noldor. Pero hubo miedo y asombro en la mirada del Elfo cuando me vio erguido en el muro por encima de él, vestido con una gran capa que era como una sombra, cubriéndome una malla élfica que le resplandecía en el pecho.

Así permanecimos un momento, examinándonos las caras, y entonces el Elfo se puso en pie y se inclinó ante mi. — ¿Quién sois, señor? —me pregunto—. Durante mucho tiempo he luchado contra el mar embravecido. Decidme: ¿ha habido grandes nuevas desde que abandoné la tierra? ¿Fue vencida la Sombra? ¿Ha salido el Pueblo Escondido?
•No —respondí—. La Sombra se alarga, y los Escondidos permanecen escondidos.
Entonces Voronwë se quedó mirándome largo tiempo en silencio. —Pero ¿quién sois? —volvió a preguntar—. Durante muchos años mi pueblo estuvo ausente de estas tierras, y ninguno de ellos moró aquí desde entonces. Y ahora advierto que a pesar de vuestro atuendo no sois uno de ellos, como lo creí, sino que pertenecéis a la raza de los Hombres.
•Así es en efecto —dije—. ¿Y no eres tú el último marinero del último navío en salir hacia Occidente desde los Puertos de Círdan?
•Lo soy, en efecto —me respondió—. Voronwë, hijo de Aranwë. Pero cómo conocéis mi nombre y mi destino, no lo entiendo.
•Los conozco porque el Señor de las Aguas habló conmigo la víspera, y dijo que te salvaría de la cólera de Ossë, y que te enviaría aquí con el fin de que fueras mi guía.
Voronwë pareció que se llenó de miedo y asombro y luego exclamó:
•¿Habéis hablado con Ulmo el Poderoso? ¡Grandes han de ser entonces en verdad vuestro valor y vuestro destino! Pero ¿a dónde habré de guiaros, señor? Porque de seguro sois un rey de Hombres, y muchos han de obedecer vuestra palabra.
•No, soy un esclavo fugado, y soy un proscrito solitario en una tierra desierta. Pero tengo un recado para Turgon, el Rey Escondido. ¿Sabes por qué camino llegar a él?
•Muchos son proscritos y esclavos en estos malhadados días que no nacieron en esa condición—respondió—. Un señor de Hombres sois por derecho, según me parece. Pero aun cuando fuerais el más digno de todo vuestro pueblo, no tendríais derecho a ir en busca de Turgon, y vano seria que lo intentaseis. Porque aun cuando yo os condujera hasta sus puertas, no podríais entrar.
•No te pido que me lleves sino hasta esas puertas, allí el Destino luchará con los Designios de Ulmo. Y si Turgon no me recibe, mi misión habrá acabado, y el Destino será el que prevalezca. Pero en cuanto a mi derecho de ir en busca de Turgon: yo soy Tuor, hijo de Huor y pariente de Húrin, nombre que Turgon no habrá de olvidar. Y lo busco también por orden de Ulmo. ¿Habrá de olvidar Turgon lo que éste le dijo antaño: Recuerda que la última esperanza de los Noldor ha de llegar del Mar? O también: Cuando el peligro esté cerca, uno vendrá de Nevrast para advertírtelo. Yo soy el que había de venir y estoy así investido con las armas que me estaban destinadas.

Realmente me sorprendí de oírme a mi mismo hablar de ese modo, porque las palabras que Ulmo le dijo a Turgon al partir de Nevrast no me eran conocidas de antemano, ni a nadie salvo al Pueblo Escondido. Por lo mismo, si yo estaba sorprendido tanto más asombrado estaba Voronwë; quien se volvió y miró el Mar y suspiró. Luego dijo:
•¡Ay! No querría volver nunca. Y a menudo he prometido en las profundidades del mar que si alguna vez pusiera el pie otra vez en tierra, moraría en paz lejos de la Sombra del Norte, o junto a los Puertos de Círdan, o quizá en los bellos prados de Nantathren, donde la primavera es más dulce que los deseos del corazón. Pero si el mal ha crecido desde que partí de viaje y el peligro definitivo acecha a mi pueblo, entonces debo regresar a él. —Se volvió hacia mí y me respondió. — Os guiaré hasta las puertas escondidas, porque los prudentes no han de desoír los consejos de Ulmo.

Inmediatamente le contesté que marcharíamos juntos como se nos había aconsejado. Igualmente le dije que no se afligiera porque mi corazón me decía que su largo camino le conducirá lejos de la Sombra, y que su esperanza volverá al Mar.

Voronwë me dijo que teníamos que ir de prisa, y no me dio una respuesta clara acerca del camino. —Vos conocéis la fortaleza de los Hombres me dijo—. En cuanto a mí, pertenezco a los Noldor, y grande ha de ser el hambre y frío el invierno que maten al pariente de los que atravesaron el Hielo. ¿Cómo creéis que pudimos trabajar durante días incontables en los yermos salados del mar? ¿Y no habéis oído del pan de viaje de los Elfos? Y conservo todavía el que todos los marineros guardan hasta el final. — Entonces me mostró bajo la capa un bolsillo sellado sujeto con una hebilla al cinturón. — Ni el agua ni el tiempo lo dañan en tanto esté sellado. Pero hemos de economizarlo hasta que sea mucha la necesidad; y sin duda un proscrito y cazador habrá de encontrar otro alimento antes que el año empeore, me dijo.

Entonces nos dispusimos a partir. Llevé conmigo el pequeño arco y las flechas que traía además de las armas encontradas en la sala; pero la lanza sobre la que estaba escrito mi nombre en runas élficas del Norte la dejé junto al muro en señal de que había pasado por allí. No tenía armas Voronwë, salvo una corta espada. Antes de que el día hubiera avanzado mucho abandonamos la antigua vivienda que según me dijeron pertenencia a Turgon, y Voronwë me guió hacia el oeste de las empinadas cuestas de Taras, y a través del gran cabo. Allí en otro tiempo había pasado el camino desde Nevrast a Brithombar, que no era ahora sino una huella verde entre viejos terraplenes cubiertos de hierba. Así llegamos a Beleriand y la región septentrional de las Falas; y volviéndonos hacia el este, buscamos las oscuras estribaciones de Ered Wethrin, y allí encontramos refugios y descansamos hasta que el día se desvaneció en el crepúsculo. Porque aunque las antiguas viviendas de Falathrirn, Brithombar y Eglarest estaban todavía lejos, allí moraban Orcos ahora, y toda la tierra estaba infestada de espías de Morgoth.

Mientras estábamos allí sentados envueltos en nuestras capas como sombras bajo las colinas, conversamos durante mucho tiempo. Interrogué a Voronwë acerca de Turgon, pero poco hablaba de tales asuntos; hablaba en cambio de las moradas de la Isla de Balar y de la Lisgardh, la tierra de los juncos en las Desembocaduras del Sirion, de cómo muchos se hicieron a la mar y nunca se supo noticia alguna de ellos. De cómo con la ayuda de Círdan se construyeron barcos y de la ira del mar. Así llegó la noche y las estrellas brillaban blancas y frías y el elfo guardó silencio.

Poco después nos levantamos y volvimos las espaldas al mar, e iniciamos un largo viaje en la oscuridad; del cual hay poco que decir, pues la sombra de Ulmo estaba sobre mí, y nadie nos vio pasar por bosque o por piedra, por campo o por valle, entre la puesta y la salida del sol. Pero siempre avanzábamos precavidos evitando los cazadores de ojos nocturnos de Morgoth y esquivando los caminos transitados de los Elfos y los Hombres.

Voronwë escogía el camino y yo lo seguía. No hacía éste preguntas vanas, pero no dejaba de advertirme que marchábamos siempre hacia el este a lo largo de las fronteras de las montañas cada vez más altas, y que nunca nos volvíamos hacia el sur, lo cual me asombró, porque creía, como la mayor parte de los Hombres y los Elfos, que Turgon moraba Lejos de las batallas del Norte.

2 Comments:

Blogger Ochentero said...

que pelea ?? no te entiendo hey pero sabes fresco no se esa noche me sentia como enfermito¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

4:12 PM  
Blogger Esteban González García said...

No va a continuar????

4:36 AM  

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