Sunday, February 04, 2007

Del Final de la Última Batalla I Parte

Ya había abierto los ojos y el mundo le seguía pareciendo distinto, pero esta vez sabía que era diferente, aunque las veces anteriores hubiese asegurado lo mismo.
Luego de abrir los ojos y mirar para todos lados intentó mover el brazo y sintió una punzada de dolor que le llegó hasta la base del cerebro y posteriormente le recorrió toda la columna vertebral, ante esto reaccionó buscando retorcer su cuerpo y descubrió que el dolor más grande lo
sintió cuando no pudo mover su pierna derecha.
Cerró lo ojos y no tenía claro que había pasado, no lograba definir en sus recuerdos que había sucedido, lo último que recordaba era que estaba en un sitio completamente inmaculado, rodeado de todos los poderes y de interminables canciones que llenaban de gloria el mundo y después.... Un relámpago de luz, y ahí yacía tirado, sin explicación alguna de su suerte.
- ¿Mi nombre? ¿Cómo me llamo?- Intentó recordar, y su estropeado cerebro empezó a trabajar, esta vez sin descanso, puesto que este hombre poseía una capacidad de restauración ante los daños de cualquier tipo, que muchos seres de la Tierra Media hubieran deseado poseer.
Recordó que tuvo muchos nombres, apodos o apelativos, que su vida fue un completo ir y venir de desgracias y que después de alcanzar la felicidad que creyó completa, pero en este instante concibió como momentánea; volvió a caer en una desdicha y ahora no recordaba por
qué, cual era el motivo que empujaba su destino a esto, si en verdad alguna vez el destino estuvo de su lado.
Después de volver a abrir los ojos respiró profundamente y haciendo gala de su fortaleza se levantó, aunque sintiera que su cuerpo se desmoronaba en jirones de intenso dolor, y por fin pudo ver el mundo que le rodeaba en ese instante.
Parecía una nueva era, ni siquiera en la tierra de la felicidad, como él la llamaba, en donde había vivido por edades superaba todo lo que estaba observando.
Escuchaba el sonido de los ríos, un canto de una pureza nunca imaginada, el cual se tejía con el dulce canto de los ruiseñores que volaban danzantes en la melodía entonada por el viento.
El verde de las praderas que se veían a lo lejos del gran monte en donde se encontraba tendido le hizo doler los
ojos, jamás había visto una intensidad llena de tanta gloria, parecía como si le enseñara al mundo completo cual era la forma de la perfección, y de igual forma lo
hacían los bosques, llenos de altos y frondosos árboles, en donde se resaltaba el verde oscuro y grandes especímenes de tallos de plata y hojas que volaban por el viento como el oro puro.
Si no fuera por los pájaros la soledad en la que se encontraba le habría consumido el corazón. Luego de
observar en donde estaba seguía sin saber cual era aquel sitio, ni cual de los muchos nombres que recordaba
era el suyo verdadero. “Neithan, pronunció con un gran esfuerzo, ese fue uno de mis nombres, ¿pero... Qué querrá decir?, ¿por qué ‘El Ofendido’?”, ante el esfuerzo que había echo no pudo encontrar respuesta, pero una luz se empezó a abrir en su mente.
En contra de su estado se levantó por fin, sin poder utilizar completamente su pierna Derecha y tambaleándose llegó hasta un árbol de abedul en donde se apoyó y miró desde una panorámica más alta el mundo en el que se encontraba. Se percató que a unos diez metros de donde se encontraba tendido minutos antes se encontraba una espada rota, de metal opaco. Al verla una serie de imágenes se agolparon en su cabeza haciéndolo perder el equilibrio.
La espada estaba en perfecto estado y con un brillo en el filo le hablaba. Estaba ante una gran estancia oscura, en donde unos seres del más allá no le permitían la entrada acusándolo de suicida e impuro para pasar al mundo inmaculado. Su mano se quemaba con un ardiente líquido rojo. En su cabeza llevaba un Yelmo con forma de Dragón y asesinaba orcos en innumerables batallas.
Con gran esfuerzo se levantó de nuevo y sus ojos estaban llenos de lágrimas, sentía que su corazón no podía soportar más la incertidumbre en la que se encontraba y de su boca emanó un gran grito, el cual al parecer no fue escuchado por elfo u hombre alguno. Como pudo se recostó junto al tronco del árbol y cerró los ojos.
Un elfo yacía muerto en el suelo mientras el cielo relampagueaba a sus espaldas y un intenso dolor le carcomía el alma. Estaba ante grandes señores, los grandes espíritus y poderes y le encomendaban una gran misión, para él una venganza. La voz de un hermosa mujer de cabellos oscuros y ojos grises, una gran dama parecida a una reina Noldor, una dama oscura le llamaba a lo lejos y le decía Túrin, despierta hijo mío.
Túrin hijo de Húrin de la Casa de Hador, ese es mi nombre, también fui Turambar, Gorthol, Agarwaen hijo de Umarth, Adanedhel y Mormegil. Después de reconocerse a sí mismo empezó a llorar, lloró por toda su vida y cada una de las desgracias que en ella le había tocado afrontar, lloró por estar ahí en ese estado y sin explicación alguna.
Después de haberse calmado empezó a recordar. En Aman estaban desplegados todos los estandartes de las casas Noldor, Vanyar, Teleri y el de los Ainur, de igual forma estaba el de la Casa de Hador en representación de los hombres; Eärendil en el cielo esperaba para dar la señal y los primos Túrin y Tuor en representación de todos los atani. La señal fue dada por la Estrella de la Esperanza y todos se dispusieron al momento más esperado desde edades atrás en el inicio de los tiempos, la guerra tanto tiempo
anunciada.
Túrin recibió la espada, aquella que partiría el mundo en dos, y fue vestido nuevamente con el Yelmo del Dragón de la Casa de Hador, él fue el elegido para que combatiera antes que llegara el fin con el enemigo oscuro, Morgoth, quien según indicaba Eärendil en ese momento fue soltado del vacío intemporal para ser juzgado por todos sus actos.
Fionwe en representación de los Ainur también estaba dispuesto, estaba al lado de Manwë Súlimo en lo alto del Taniquetil, de un salto se desplazó hasta el punto en donde estaban sus compañeros de guerra, Túrin al lado de el vala Tulkas, quien desde tiempos inmemoriales esperaba el momento de volver a enfrenta a Melkor.
En ese instante se levantaron todos los estandartes presentes y se dirigieron hacia el lugar de la confrontación final, en la Tierra de Aman.
Aulë, acongojado por los daños que sufriría Arda, ya tenía dispuesto a los naugrim para el trabajo final, la reconstrucción que los khazad harían en honor a Mahal su padre, puesto que desde la piedra se curarán las heridas del mundo.

Imagen: Dibujada por Claudia Arana - Fimbrethil Emerwen- Túrin Turambar.

Monday, May 29, 2006

¿TE INTERESA LA ASOCIACIÓN TOLKIEN COLOMBIA?

La Asociación Tolkien Colombiana, cuyo nombre en Quenya (idioma creado por Tolkien y hablado por los Elfos) es TOLCIN OTORNASSË ESTELDÓRË (TOE), es una asociación sin ánimo de lucro, cuyo objetivo es el estudio y la difusión de la obra del escritor británico John Ronald Reuel Tolkien, así como servir de punto de encuentro entre los aficionados y estudiosos de dicho autor.
Entre los fines de la TOE se destacan los siguientes:
* Difundir la obra de John Ronald Reuel Tolkien.
* Publicar en diversos medios obras relativas a la naturaleza de la TOE, incluyendo publicaciones propias o ajenas.
* Cultivar y promover los valores que se desprenden de la obra de J.R.R. Tolkien.
* Servir como ámbito de encuentro entre los seguidores de la obra de J.R.R. Tolkien.
* Promover manifestaciones culturales afines
Los miembros de la TOE tendrán la denominación genérica de “Socios”, en una de las siguientes categorías: Activos, Honorarios (en adelante conocidos como “Istari”), Adherentes, Corresponsales o en Prueba.
El ingreso en la TOE como socio activo se realiza por medio de solicitud expresa y por escrito dirigida a la junta directiva de la Toe, luego de cumplir el periodo de prueba, y de ser aprobado su ingreso por la Junta Directiva, previo pago de la cuota social anual, además de cumplir con el reglamento de la Asociación.
En el momento del ingreso, cada socio activo deberá integrarse a sólo uno de los siete Reinos (estructura de estudio académico de la TOE, los Reinos son Gondor y Los Pueblos Libres, Lorien, La Comarca, Fangorn, Valinor, Mordor y Khazad-Dûm.
Aunque parezca muy complicado no lo es, es simplemente estar dispuestos a sacar un poco más de tu tiempo para dedicarlo a actividades de tipo literarias y pedagógicas, a compartir con personas de toda Colombia que también disfruta de Tierra Media e integrarnos en un fin común, sacar la TOE adelante y difundiendo sus objetivos a través de la literatura y todas las artes a fines.
Si quieres pertenecer a la TOE envia un mail a Esteldore_Toe-subscribe@gruposyahoo.com o entra aquí.


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Wednesday, May 10, 2006

BALADA DE EÄRENDIL

Escrito por Bilbo Bolsón esta es parta de la Balada de Eärendil, cantada en Rivendel antes del Concilio de Elrond.

Eärendil era un marino
que en Arvernien se demoró;
y un bote hizo en Nimrethel
de madera de árboles caídos;
tejió las velas de hermosa plata,
y los faroles fueron de plata;
el mascarón de proa era un cisne
y había luz en las banderas.

De una panoplia de antiguos reyes
obtuvo anillos encadenados,
un escudo con letras rúnicas
para evitar desgracias y heridas,
un arco de cuerno de dragón
y flechas de ébano tallado;
la cota de malla era de plata
y la vaina de piedra calcedonia,
de acero la espada infatigable
y el casco alto de adamanto;
llevaba en la cimera una pluma de águila
y sobre el pecho una esmeralda.

Bajo la luna y las estrellas
erró alejándose del norte,
extraviándose en sendas encantadas
más allá de los días de las tierras mortales.

De los chirridos del Hielo Apretado,
donde las sombras yacen en colinas heladas,
de los calores infernales y del ardor de los desiertos
huyó de prisa, y errando todavía
por aguas sin estrellas de allá lejos
llegó al fin a la Noche de la Nada,
y así pasó sin alcanzar a ver
la luz deseada, la orilla centelleante.
Los vientos de la cólera se alzaron arrastrándolo
y a ciegas escapó de la espuma
del este hacia el oeste, y de pronto
volvió rápidamente al país natal.

La alada Elwin vino entonces a él
y la llama se encendió en las tinieblas;
más clara que la luz del diamante
ardía el fuego encima del collar;
y en él puso el Silmaril
coronándolo con una luz viviente;
Eärendil, intrépido, la frente en llamas,
viró la proa, y en aquella noche
del Otro Mundo más allá del Mar
furiosa y libre se alzó una tormenta,
un viento poderoso en Termanel,
y como la potencia de la muerte
soplando y mordiendo arrastró el bote
por sitios que los mortales no frecuentan
y mares grises hace tiempo olvidados;
y así Eärendil pasó del este hacia el oeste.

Cruzando la Noche Eterna fue llevado
sobre las olas negras que corrían
por sombras y por costas inundadas
ya antes que los Días empezaran,
hasta que al fin en márgenes de perlas
donde las olas siempre espumosas
traen oro amarillo y joyas pálidas,
donde termina el mundo, oyó la música.
Vio la montaña que se alzaba en silencio
donde el crepúsculo se tiende en las rodillas
de Valinor, y vio a Eldamar
muy lejos más allá de los mares.
Vagabundo escapado de la noche
llegó por último a un puerto blanco,
al hogar de los elfos claro y verde,
de aire sutil; pálidas como el vidrio,
al pie de la colina de Ilmarin
resplandeciendo en un valle abrupto
las torres encendidas del Tirion
se reflejan allí, en el Lago de Sombras.

Allí dejó la vida errante
y le enseñaron canciones,
los sabios le contaron maravillas de antaño,
y le llevaron arpas de oro.
De blanco élfico lo vistieron
y precedido por siete luces
fue hasta la oculta tierra abandonada
cruzando el Calacirian.
Al fin entró en los salones sin tiempo
donde brillando caen los años incontables,
y reina para siempre el Rey Antiguo
en la montaña escarpada de Ilmarin;
palabras desconocidas se dijeron entonces
de la raza de los hombres y de los elfos,
le mostraron visiones del trasmundo
prohibidas para aquellos que allí viven.

Un nuevo barco para él construyeron
de mitril y de vidrio élfico,
de proa brillante; ningún remo desnudo,
ninguna vela en el mástil de plata:
el Silmaril como linterna
y en la bandera un fuego vivo
puesto allí mismo por Elbereth,
y otorgándole alas inmortales
impuso a Eärendil un eterno destino:
navegar por los cielos sin orillas
detrás del Sol y la luz de la Luna.

De las altas colinas de Evereven
donde hay dulces manantiales de plata
las alas lo llevaron, como una luz errante,
más allá del Muro de la Montaña.
Del fin del mundo entonces se volvió
deseando encontrar otra vez
la luz del hogar; navegando entre sombras
y ardiendo como una estrella solitaria
fue por encima de las nieblas
como fuego distante delante del sol,
maravilla que precede al alba,
donde corren las aguas de Norlanda.

Y así pasó sobre la Tierra Media
y al fin oyó los llantos de dolor
de las mujeres y las vírgenes élficas
de los Tiempos Antiguos, de los días de antaño.
Pero un destino implacable pesaba sobre él:
hasta la desaparición de la Luna
pasar como una estrella en órbita
sin detenerse nunca en las orillas
donde habitan los mortales, heraldo
de una misión que no conoce descanso
llevar allá lejos la claridad resplandeciente,
la luz flamígera de Oesternesse.

JRRT

Sunday, May 07, 2006

XV Y ÚLTIMA PARTE

Mientras huíamos y tratábamos de defender la Plaza del Rey, reunidos los que restábamos de las Casas de Gondolin, me vi sofocado por el calor y caí derribado por un gran demonio, el mismísimo Gothmog, señor de los Balrogs. Pero Ecthelion, cuyo rostro lucía tan pálido como el acero verdoso y cuyo escudo colgaba fláccido a su costado, se acercó veloz al verme caer; y el elfo atacó al demonio, pero no logró darle muerte, porque fue herido en el brazo en el que blandía la espada y ésta se soltó de su puño. Entonces, Ecthelion, señor de la Fuente, el más noble de los Noldor, se abalanzó sobre Gothmog cuando éste levantaba el látigo, y enterró la púa de su yelmo en el malévolo pecho y enroscó las piernas en los muslos del enemigo; y el Balrog se desplomó hacia adelante con un chillido pero los dos cayeron en la profunda fuente del rey. Allí encontró la muerte esa criatura; y Ecthelion, abrumado por el peso del acero, se hundió hasta el fondo y así murió el señor de la Fuente después de una fogosa lucha en esas aguas frías.

La lucha fue fuerte, eran orcos atacando por uno y otro lado, la constante arremetida de los dragones hasta que incendiaron el valle completo, defendimos fuertemente la torre de Turgon, hasta que fue derribada, era imposible defendernos ante fuerza tan grande y sorpresiva; cuando cayó el Rey, no tuvimos más remedio que conducir, con la ayuda de mi esposa, a los pocos del pueblo de Gondolin que pudimos reunir en medio de la confusión del incendio por el camino secreto que Idril había preparado años antes; de ese pasaje los capitanes de Angband nada sabían, y nunca pensaron que ningún fugitivo tomaría un camino hacia el norte y las cimas de las montañas, y el más próximo a Angband, lo cual nos ayudó para tomar la delantera y salir en secreto. El humo del incendio y el vapor de las hermosas fuentes de Gondolin, que se marchitaban en las llamas de los dragones del norte, descendieron sobre el valle de Tumladen en luctuosas tinieblas; y así fue favorecida nuestra huida, aún teníamos que recorrer un camino largo y descubierto desde la boca del túnel hasta el pie de las montañas.

Con mucho sigilo y esfuerzo llegamos a la salida del túnel, más allá de toda esperanza trepamos con dolor y desconsuelo, porque esas altas cimas eran frías y espantosas, y teníamos con nosotros muchos heridos, mujeres y niños.

Había un pasaje terrible, Cirith Thoronath se llamaba, la Grieta de las Águilas, donde a la sombra de los picos más altos serpeaba un estrecho sendero; a la derecha se abría un precipicio abismal, y a la izquierda una pendiente tremenda descendía al vado. A lo largo de ese estrecho sendero marchábamos en línea, cuando caímos en una emboscada de Orcos, y nuestra suerte empeoró al darnos cuenta que con ellos venía un balrog. La situación fue entonces espantosa, sobre nosotros caía una lluvia de flechas los seres de Morgoth se nos abalanzaron con espadas, en ese momento el balrog se puso delante de ellos y dirigió la marcha de ataque.

Nuestras mujeres y niños comenzaron a correr ayudando a los heridos, mientras nosotros nos quedamos en la retaguardia para hacerle frente al ataque; Glorfindel, el de cabellos amarillos, jefe de la Casa de la Flor Dorada de Gondolin, se puso al frente de la defensa, enfrentando se al balrog, y difícilmente podría habernos salvado su valor si Thorondor no hubiera llegado en el momento oportuno.

Glorfindel se enfrentó con el Balrog, con gran valentía le hacia frente a las embestidas del demonio de fuego, la lucha se llevó a cabo sobre el pináculo de una roca; y ambos cayeron perdiéndose en el abismo. Pero las águilas se lanzaron sobre los Orcos, que retrocedieron chillando; y todos fueron muertos o arrojados a las profundidades, de modo que Morgoth nada supo de la huida desde Gondolin hasta mucho después.

Entonces Thorondor rescató el cuerpo de Glorfindel del abismo, y lo sepultamos con gran dolor bajo un montículo de piedras junto al pasaje. Grande fue nuestro dolor.

Posteriormente conduje al resto de los habitantes de Gondolin. Pasé por encima de las montañas, y descendí al Valle del Sirion; y huyendo hacia el sur por fatigosas y peligrosas sendas, arribé por fin a Nan-tathren, la Tierra de los Sauces, sentía el poder de Ulmo habitando aún en el gran río y alrededor.

Allí descansamos un tiempo y aprovechamos para curar las heridas y el cansancio; pero nunca pudimos curarnos del dolor que nos causó la caída de Gondolin y la muerte de nuestra gente. En medio del dolor celebramos en memoria de la ciudad y de los Elfos que habían perecido allí, las doncellas, y las esposas, y los guerreros del rey; y por el amado Glorfindel. Muchos fueron los cantos que se oyeron bajo los sauces de Nan—tathren en la declinación del año.

Allí compuse una canción para mi hijo Eärendil, en la que contaba la llegada de Ulmo, el Señor de las Aguas, a las costas de Nevrast en tiempo pasado; y la nostalgia por el mar despertó en mi corazón y sentí que también en el de mi hijo. Idril y yo partimos de Nan—tathren, y nos dirigimos hacia el sur, río abajo, al encuentro del mar; y vivimos allí junto a las esembocaduras del Sirion; y nos encontramos en el lugar a las gentes de Elwing hija de Dior quienes también habían huido allí sólo un tiempo antes.

Junto al Sirion y el mar creció un pueblo de Elfos, espigas de Doriath y Gondolin; y de Balar llegaron los marineros de Círdan y se sumaron a nosotros y nos dedicamos a la navegación y a la fabricación de barcos, habitando siempre cerca de las costas de Arvernien bajo la sombra de la mano de Ulmo.

Comencé a sentir que la vejez me invadía, y que el deseo de la alta mar crecía con fuerza en mi corazón. Inicié la construcción de un gran navío al cual llamé Eärrámé, que significa Ala del Mar; y junto con Idril Celebrindal, mi querida esposa, navegué hacia el poniente, en el 525, el mismo año en que mi hijo Eärendil se casó con Elwyn hija de Dior.

Sunday, April 23, 2006

XIV PARTE

Pero la luz roja tiñó las colinas del norte y no las del este como esperábamos hiciera el sol; y nada detuvo a los enemigos hasta que estuvieron bajo los muros mismos de Gondolin, y ya no hubo modo de impedir el sitio de la ciudad.

Hubo muchos actos de valor en medio de la desesperación que fueron llevados a cabo por los capitanes de las casas nobles y sus guerreros. Las tropas de la Casa del Rey formaban una hueste poderosa.

Yo me encontraba en el centro y también se congregaron las huestes de Maeglin. Hacia el norte se veía arder las colinas y parecía que ríos de fuego bajaban por las laderas que se prolongaban en el valle de Tumladen, y ya se sentía el calor que surgía de allí.

Pese a que quería regresar a la batalla, me dirigí a mi casa a despedirme de Eärendil y de mi esposa, y así enviarlos de prisa con una escolta por el pasadizo secreto antes de unirme nuevamente a la guerra, estaba dispuesto a morir si era preciso; pero cual fue mi sorpresa cuando encontré que ante la puerta de mi hogar se apiñaba una multitud del linaje del Topo, los seres más repulsivos y malvados que Meglin había podido reunir en la ciudad para conformar su ejército. Sin embargo, eran Noldor libres que no habían caído víctimas de ningún maleficio de Melkor, y por ello, aunque Meglin era su jefe, no dieron ayuda a Idril pero tampoco le ayudaron a él a lograr su propósito, a pesar de todas sus maldiciones.

Meglin tenía a Idril por los cabellos y trató de arrastrarla para que viera cómo iba a arrojar a mi hijo entre las llamas; pero el niño se resistió y así, sola como estaba, Idril lucho como una tigresa, al igual que Eärendil hasta que por fin llegamos al sitio, sólo atiné a lanzar un fuerte grito ante lo que estaba viendo, mis compañeros se lanzaron como el estallido de una tormenta sobre las huestes de Maeglin, quien al verla rápida respuesta intentó enterrarle una daga al niño, pero él fue más rápido y le mordió la mano izquierda hasta que le enterró los dientes, haciéndolo tambalear, por lo que hundió débilmente el cuchillo en su pequeño cuerpo resbalando ante la cota de malla de Eërendil, lo cual me hizo enfurecer más y por lo que me le tiré en cima lleno de ira.

Lo cogí por la mano que blandía el cuchillo y le retorcí el brazo quebrándoselo y tomándolo por la cintura, salté con él sobre las murallas y lo arrojé lejos. El cuerpo cayó lentamente y golpeó tres veces en Amon Gwareth antes de precipitarse en medio de las llamas. Según me contó mi amada pereció en el mismo lugar en donde años antes había murto su padre Eol, el elfo oscuro.

El resto de sus hombres que estaban en el sito se abalanzaron sobre mí, pero junto con mi ejército nos enfrentamos a una encarnizada lucha que culminó con la huída de los traidores seguidores de Maeglin.

Dejé a Voronwë y unos cuantos soldados protegiendo a mi familia, y esperanzado en que la ciudad podía resistir me dirigí nuevamente al campo de batalla con el resto de la Casa del Ala y nos lanzamos alineados junto a Echetelion y la Casa de la Fuente y con dificultad y abriéndonos paso entre los orcos logramos llegar casi a la Puerta, pero allí todo era temblor y estruendo de pisadas porque los dragones se esforzaban por abrirse camino hacia lo alto de Amon Gwareth y por derribar las murallas de la ciudad; y ya habían abierto una brecha y allí donde antes se elevaban las torres de los vigías ahora sólo habían escombros.

Serpientes de bronce se arrojaron contra la muralla del oeste y gran parte de ella tembló y se derrumbó, y por detrás apareció una criatura de fuego con Balrogs sobre su lomo.

De las fauces del dragón salían llamaradas que abrasaban a los guerreros y ennegrecían las alas de mi yelmo, pero me mantuve en pie y congregué a mi alrededor a mis guardianes y a todos los de la casa del Arco y de la Golondrina que logré encontrar, mientras a mi derecha Ecthelion reunía a los soldados de la Fuente del Sur.

Los Orcos parecían recuperar su valor al ver que los dragones se acercaban y se unían a los Balrogs, allí hubo muchos enfrentamientos y di muerte a Othrod, un capitán de los Orcos, partiéndole el yelmo en dos, y despedacé a Balcmeg y a Lug con mi hacha cortándole las piernas desde las rodillas, mientras Ecthelion traspasaba a dos capitanes de los trasgos de un solo golpe y le abría la cabeza hasta los dientes a Orcobal, su principal paladín.

Y abriéndonos paso llegamos hasta donde estaban los Balrogs. Ecthelion dio muerte a tres de esos demonios poderosos, porque el brillo de su espada atravesaba sus hierros y aplacaba su fuego y ellos se retorcían, mientras mi hacha Dramborleg aniquiló a cinco de esos demonios de fuegos y de sombras.

Pero el látigo de un Balrogs hirió a Ecthelion en el brazo izquierdo y así perdió el escudo precisamente cuando el dragón de fuego se acercaba entre los escombros de las murallas, entonces lo socorrí, no podía abandonarlo aunque ya casi nos aplastaban las pisadas de la bestia y corríamos peligro de que nos aniquilaran; me devolví y le enterré el hacha a la criatura en una de las patas, de modo que le comenzaron a salir llamaradas por la herida y el dragón lanzó un chillido mientras daba latigazos con la cola; matando a muchos Orcos y gente de la nuestra.

Entonces fue cuando hice acopio de mis fuerzas Y levanté a Ecthelion, y con el resto de las huestes logramos pasar por debajo del dragón y escapar; pero la bestia había dado muerte a muchos elfos y habíamos perdido gran parte de nuestras fuerzas y más de la mitad de la ciudad estaba en manos del enemigo.

Tuesday, April 18, 2006

XIII PARTE

Durante los siete años que llevaba viviendo en Gondolin me había ganado la estima del Rey, gracias a mi trabajo en la ciudad y mi rápido aprendizaje, me había ganado su confianza, lo cual me dio valentía para pedirle la mano de su hermosa hija, fue uno de los momentos realmente difíciles, era alcanzar una gracia bien grande, en ese momento la cacería de orcos o el enfrentamiento a los hombres del este parecieron un juego de niños, pero gracias a Ilúvatar el Rey Turgon no me rehusó ni siquiera la mano de su hija, porque aunque no quería hacer caso del mandato de Ulmo, entendía que el destino de los Noldor estaba atado a aquel a quien Ulmo había enviado, según me comentó tiempo después, además me dijo que no había olvidado las palabras que mi padre le había dicho antes de que el ejército de Gondolin abandonara la Batalla de las Lágrimas Innumerables.

Se celebró una gran fiesta y nos casamos ante el pueblo en Gar Ainion, el Lugar de los Dioses, corría el año 502, y toda la ciudad parecía feliz, a excepción de Maeglin, a quien al parecer nunca le caí en gracia, por más que me esforcé, pero nunca pude entenderlo.

En la primavera del año siguiente nació mi hijo Eärendil a quien llamaban el Medio Elfo. Su belleza era sobrecogedora, llevaba en la cara una luz que parecía la luz del cielo, y tenía la belleza y la sabiduría de los Eldar, y la fuerza y la audacia de los Hombres de antaño; y el mar le hablaba siempre al oído y al corazón, como me sucedía a mi, también tenía la gracia de Ulmo sobre él.

En ese entonces los días de Gondolin eran felices y pacíficos, pero a mi esposa Idril Celebrindal quien siempre se caracterizó por ser sabia y previsora, le surgió una inquietud en el corazón, y la sombra de un mal presagio. Por este motivo hizo preparar un camino subterráneo y secreto, que iría desde la ciudad y bajo el llano hasta más allá de los muros, al norte de Amon Gwareth; y dispuso que sólo muy pocos supieran de él, y que ni siquiera un rumor sobre estas obras llegara a oídos de Maeglin.

En el año que Eärendil cumplió siete años, 510 de la Primera Edad, Morgoth lanzó sobre Gondolin a Balrogs y Orcos y Lobos; y con ellos iban dragones de la estirpe de Glaurung, numerosos y terribles. El ejército de Morgoth vino por las montañas septentrionales donde era mayor la altura y menos atenta la vigilancia del reino, y llegó por la noche en tiempo festivo, cuando todos los del pueblo de Gondolin estábamos sobre los muros esperando el amanecer, para cantar cuando el sol se elevara en el cielo; porque al día siguiente era la gran fiesta que llamaban las Puertas del Verano, no supimos como se enteró el enemigo de nuestra localización, pero por dentro sabía que la profecía se estaba cumpliendo, y que pesaría haber desobedecido a Ulmo.

Tuesday, April 11, 2006

XII PARTE

Me mantuve erguido sin pronunciar palabra. Silenciosas a ambos lados formaban las huestes del ejército de Gondolin; todas las siete clases de las Siete Puertas estaban representadas en él; pero los capitanes jineteaban caballos blancos y grises. Entonces, mientras me miraban asombrados, se me cayó la capa, y aparecí ante ellos vestido con la poderosa librea de Nevrast, que antaño había usado Turgon.

Entonces Ecthelion dijo por fin: —Ya no hace falta otra prueba; y aun el nombre que reivindica, como hijo de Huor, importa menos que esta clara verdad: es el mismo Ulmo quien lo envía.

Duré un buen rato contemplando el hermoso Valle de Tumladen, engarzado como una joya verde entre las colinas de alrededor; y a lo lejos, sobre la altura rocosa de Amon Gwareth, vi a Gondolin la grande, ciudad de siete nombres, cuya fama y gloria es alta en el canto de todos los Elfos de las Tierras de Aquende.

Por orden de Ecthelion las trompetas sonaron en las torres de la gran puerta, y las colinas devolvieron el eco; y lejano, pero claro, llegó el sonido de otras trompetas, que respondían desde los muros blancos de la ciudad, arrebolados con el alba que se extendía por la llanura.

Cabalgué a través de Tumladen y llegué a la puerta de Gondolin; y después de ascender las amplias escalinatas de la ciudad, fui por fin conducido a la Torre del Rey, y contemplé las imágenes de los Árboles de Valinor. Me encontré por fin de pie ante Turgon hijo de Fingolfin, Rey Supremo de los Noldor, y a la derecha del rey estaba de pie Maeglin, hijo de su hermana, y a la izquierda tenía sentada a su hija Idril Celebrindal.

Entonces le advertí a Turgon que la Maldición de Mandos se precipitaba ahora e iba a cumplirse, y que todas las obras de los Noldor perecerían; por lo que el Señor Ulmo le aconsejaba que partiera y abandonara la poderosa ciudad que había construido y bajara por el Sirion al mar.

El Rey Turgon estuvo meditando durante largo tiempo el consejo del Vala Ulmo, repetía en voz baja las palabras que le fueron pronunciadas en Vinyamar: “No ames demasiado la obra de tus manos y las invenciones de tu corazón; y recuerda que la verdadera esperanza de los Noldor está en el Occidente y viene del Mar.”

El rey se negó a seguir el consejo que de parte de Ulmo le había llevado, alegando que Gondolin era una ciudad inexpugnable y que salir era volver a mezclarse y contaminarse con todo el mal que había afuera y seguirle el juego a Morgoth, y que además el camino a occidente no era seguro. Además su sobrino Maeglin hablaba siempre en contra mía en los consejos del rey, con palabras que parecían convincentes para el Rey, en tanto respondían a sus deseos, y por eso rechazó la advertencia.

Sin embargo por miedo a la traición, recordando las palabras del Vala, Turgon mandó a cerrar por tanto las puertas escondidas de las Montañas Circundantes; y desde entonces nadie salió nunca de Gondolin en misión de paz o de guerra mientras la ciudad estuvo allí. Thorondor, el Señor de las Águilas, nos anunció la caída de Nargothrond y luego trajo la noticia de la muerte del Rey Thingol y posteriormente la de su nieto Dior, el heredero, y de la ruina de Doriath.

Ante todas estas noticias Turgon cerró los oídos a los males de fuera, e hizo voto de no marchar nunca al lado de ningún hijo de Fëanor; y prohibió a su pueblo que atravesara el cerco de lascolinas. Mientras tanto yo permanecí en Gondolin, subyugado por la beatitud y la belleza de esas tierras y la sabiduría de la gente que en ella habitaba; con el tiempo y gracias a las enseñanzas del pueblo oculto me hice poderoso de mente y estatura, y aprendí a fondo la ciencia de los Elfos exiliados.

Poco a poco me fui ganando la confianza de la princesa Idril, bella y sabia era ella entre las elfas, y con el tiempo el corazón de mi amada se volvió hacia mí, y el mío le correspondía ciegamente. De igual forma el Rey me tomó en alta estima, y ordenó a los artesanos que me hicieran una armadura como obsequio por su aprecio.

Era una verdadera armadura hecha por los Noldor, la hicieron de acero forjado y recubierto de plata; y adornaron su yelmo con mi emblema en metales y joyas, la figura de dos alas de cisne, una a cada lado, y en mi escudo también labraron un ala de cisne.

Como arma no me decidí por una espada, preferí una fuerte y segura hacha, la cual también fue forjada en Gondolin, y a la cual llamé Dramborleg.