Tuesday, February 28, 2006

IV PARTE

Al día siguiente seguí caminando sin prisa. E1 sol se levantaba a mis espaldas y se ponía delante de mi, hubo un lugar hermoso en donde el agua se quebraba en espumas entre las piedras y luego se precipitaba en súbitas caídas en la mañana, en la tarde se tejían arcos iris por sobre la corriente, a este barranco le di el nombre de Cirith Ninniach.

Viajé lentamente tres días bebiendo el agua fría, pero sin deseo de tomar alimento alguno, aunque había muchos peces que resplandecían como el oro y la plata o lucían los colores de los arcos iris en la espuma.

Al cuarto día el canal se ensanchó, y los muros se hicieron más bajos y menos escarpados; pero el río corría más profundo y con más fuerza, porque unas altas colinas avanzaban ahora a cada lado, y unas nuevas aguas se vertían desde ellas en Cirith Ninniach en cascadas de luces trémulas. Allí me quedé largo rato sentado, contemplando los remolinos de la corriente y escuchando aquella voz interminable hasta que la noche volvió otra vez y las estrellas brillaron frías y blancas en la oscura ruta del cielo. Entonces levanté la voz y pulsé las cuerdas del arpa, y por sobre el ruido del agua sentí como el sonido de la canción y las dulces vibraciones del arpa resonaron en la piedra y se multiplicaron, y avanzaron y se extendieron por las montañas envueltas en noche, hasta que toda la tierra vacía se llenó de música bajo las estrellas, no sabía pero me encontraba entre las Ered Lómin.

Ante el eco producido me asombré y dejé de cantar y lentamente la música murió en las colinas y hubo silencio. Y entonces en medio del silencio escuché en el aire un grito extraño el cual no reconocí. Pensé que era la voz de un duende, en otros momentos prefería creer que era una bestezuela que se lamenta en el yermo. Luego, al oírla otra vez, me dije a mi mismo que seguramente es el grito de un ave nocturna que no conozco. —Y me pareció un sonido luctuoso, y no obstante deseaba escucharlo y seguirlo, porque sentía que el sonido me llamaba, pero no sabía a dónde.

A la mañana siguiente escuché la misma voz, y alzando los ojos vi tres grandes aves blancas que avanzaban por el barranco en el viento del oeste, y las alas vigorosas les brillaban al sol recién nacido, y al pasar sobre mi volvieron a gritaron una nota plañidera. Por primera vez vi las grandes grullas, entonces me levanté para seguirlas, y queriendo observar hacia dónde volaban trepé la ladera de la izquierda y me erguí en la cima y sentí contra la cara un fuerte viento venido del Oeste. Bebí profundamente ese aire nuevo y sentí que me animaba el corazón como si bebiera vino fresco, no sabía de donde provenía pero sentía que me fortalecía y que era distinto a cualquier otro viento que hubiera sentido antes.

Me puse en marcha en busca de las grullas, y mientras avanzaba los lados del barranco se iban uniendo otra vez, y así llegué a un estrecho canal, lleno del gran estrépito del agua. Al mirar hacia abajo, vi una gran maravilla, era como una frenética marejada que avanzaba por el estrecho y luchaba contra el río, el cual seguía precipitándose hacia adelante, y una ola como un muro se levantó casi hasta la cima del acantilado, coronada de crestas de espuma que volaban al viento. Entonces el río fue empujado hacia atrás y la marejada avanzó rugiente por el canal anegándolo con aguas profundas, y las piedras pasaban rodando como truenos. Si no hubiera seguido a las aves de seguro hubiera muerto con el subir de esta marea.

La furia de las extrañas aguas me desanimaron, por lo que me devolví y me alejé hacia el sur, erré algunos días por un campo áspero despojado de árboles; y un viento salubre barría este campo, y todo lo que allí crecía, hierba o arbusto, se inclinaba hacia el alba porque prevalecía el viento del Oeste. De este modo llegué a los bordes de Nevrast, sin advertirlo porque las cimas del acantilado eran más altas que las cuestas que había por detrás llegué súbitamente al borde negro de la Tierra Media y vi el Gran Mar, Belegaer Sin Orillas. A esa hora el sol descendía más allá de las márgenes del mundo como una llamarada poderosa; y me erguí sobre el acantilado con los brazos extendidos y una gran nostalgia le ganó a mi corazón.

Me demoré varios días en Nevrast, en aquellos días no se oían en todas aquellas soledades voces de Elfos ni de Hombres. Llegué hasta los bordes de la gran laguna, pero las vastas ciénagas y los apretados bosques de juncos que se extendían en derredor me impedían alcanzar las aguas por lo que volví a las costas, extrañamente el Mar me atraía, y no estaba dispuesto a quedarme mucho tiempo donde no pudiera oír el sonido de las olas.

En esas costas encontré por vez primera huellas de los Noldor de antaño entre los altos acantilados abiertos por las aguas al sur de Drengist había muchas ensenadas y calas con playas de arena blanca entre las negras piedras resplandecientes, y visitando esos lugares descubrí a menudo escaleras tortuosas talladas en la piedra viva; y junto al borde del agua había muelles en ruinas construidos con grandes bloques de piedra, donde antaño habían anclado navíos de los Elfos. En esas regiones me quedé mucho tiempo contemplando el mar siempre cambiante, mientras el año lento se consumía dejando atrás la primavera y el verano.

Y, quizá, los pájaros vieron desde lejos el fiero invierno que se aproximaba; porque los que acostumbraban migrar hacia el sur se agruparon temprano para partir, y los que solían habitar en el norte volvieron a sus hogares en Nevrast. Y un día, mientras estaba sentado en la costa, escuché un sibilante batir de grandes alas y miré hacia arriba y vi siete cisnes blancos que volaban en una rápida cuña hacia el sur. Pero cuando estuvieron sobre mí, giraron y descendieron de pronto y se dejaron caer ruidosamente salpicando agua.

Yo amaba a los cisnes, los había conocido en los estanques grises de Mithrim; y el cisne además había sido la señal de Annael y de mi familia adoptiva. Me puse en pie por tanto para saludar a las aves y las llamé maravillado al ver que eran de mayor tamaño y más orgullosas que ninguna otra de su especie que hubiera visto nunca; pero ellas batieron las alas y emitieron ásperos gritos como si estuvieran enfadadas conmigo y querían echarme de la costa. Luego, con gran ruido, se alzaron otra vez de las aguas y volaron por encima de mi cabeza, de modo que el aleteo sopló sobre mi como un viento ululante; y girando en un amplio círculo subieron por el aire y se alejaron hacia el sur.

Sentí que era otro signo en señal que me había demorado demasiado tiempo, y en seguida trepé a la cima del acantilado y allí vi todavía a los cisnes que giraban en las alturas; cuando me volví hacia el sur y empecé a seguirlos, escaparon rápidamente.

Tuesday, February 21, 2006

III PARTE

La tierra se había vuelto más quebrada y rocosa otra vez al acercarme a las montañas, y pronto empezó a elevarse ante mis pies, y la corriente descendió por un lecho hendido. Pero a la luz penumbrosa del crepúsculo del tercer día encontré un muro de roca. Había en él una abertura como un gran arco, la corriente pasaba por allí y se perdía. Al ver esto me afligí y pensé que había sido engañado por mis esperanzas y que aquel signo en las colinas me habían traído a un oscuro fin en medio de la tierra de mis enemigos.

Con desánimos en el corazón me senté entre las rocas en la lata orilla de la corriente, manteniéndome alerta a lo largo de una amarga noche sin fuego. Era todavía el mes de Súlime y ni el menor estremecimiento de primavera había llegado a esa lejana tierra en el que el viento cortante soplaba desde el este.

Mientras la luz del sol naciente brillaba pálida en las lejanas nieblas de Mithrim, escuché voces, y al mirar hacia abajo vi con sorpresa a dos Elfos que vadeaban el agua poco profunda; y cuando subían por los escalones cortados en la orilla rocosa me puse de pie y los llamé. Ellos en seguida desenvainaron sus brillantes espadas y se abalanzaron sobre mí. Entonces vi que llevaban una capa gris, pero debajo iban vestidos de cota de malla; y me maraville, porque se veían más hermosos y fieros, a causa de la luz que tenían en los ojos, que nadie del pueblo de los Elfos que hubiera visto antes poseía.

Ante su reacción me erguí en toda mi estatura y los esperé; pero cuando ellos vieron que no esgrimía arma alguna, sino que allí, de pie y solo, los saludaba en lengua élfica, envainaron las espadas y me hablaron cortésmente. Y uno de ellos dijo:
· Gelmir y Arminas somos, del pueblo de Finarfin. ¿No eres uno de los Edain de antaño que vivían en estas tierras antes de la Nirnaeth? Y en verdad del linaje de Hador y Húrin me pareces; porque tal te declara el oro de tus cabellos.
Y ante eso respondí:
· Sí, yo soy Tuor, hijo de Huor, hijo de Galdor, hijo de Hador; pero ahora por fin quiero abandonar esta tierra donde soy un proscrito y sin parientes.
· Entonces el que se hacía llamar Gelmir dijo—, si quieres huir y encontrar los puertos del Sur, ya tus pies te han puesto en el buen camino.
· Así me pareció —le respondí—. Porque seguí a una súbita fuente de agua en las colinas hasta que se unió a esta corriente traidora. Pero ahora no sé a dónde volverme, porque ha desaparecido en la oscuridad.
· A través de la oscuridad es posible llegar a la luz —me respondió.
· Yo le contesté que no obstante es preferible andar bajo el sol mientras es posible. Pero como eran elfos de la casa de Finarfin, les pregunté sin podían decirme dónde se encuentra la Puerta de los Noldor.
Entonces los dos Elfos rieron y me dijeron:
· Tu búsqueda ha llegado a su fin; porque nosotros acabamos de pasar esa Puerta. Allí está delante de ti! —Y señalaron el arco por donde fluía el agua. — ¡Ven pues! A través de la oscuridad llegarás a la luz. Pondremos tus pies en el camino, pero no nos es posible conducirte hasta muy lejos; porque se nos ha encomendado un recado urgente y regresamos a la tierra de la que huimos.
También me dijeron que no debía temer ya que tenía escrito en la frente un alto destino, el cual me llevará lejos de estas tierras, lejos en verdad de la Tierra Media, según les parecía.

Descendí los escalones tras los Noldor y vadeé el agua fría, hasta que entramos en la oscuridad más allá del arco de piedra. Y entonces Gelmir sacó una de esas lámparas por las que los Noldor tenían renombre; porque se habían hecho antaño en Valinor, y ni el viento ni el agua las apagaban, y cuando se descubrían irradiaban una clara luz azulina desde una llama encerrada en cristal blanco.
Ahora, a la luz que Gelmir sostenía por sobre su cabeza, vi que el río empezaba de pronto a descender por una suave pendiente y entraba en un gran túnel, pero junto al lecho cortado en la roca había largos tramos de peldaños que descendían y se adelantaban hasta una profunda lobreguez más allá de los rayos de la lámpara.

Cuando llegamos al pie de los rápidos, nos encontrábamos bajo una gran bóveda de roca, y allí el río se precipitaba por una abrupta pendiente con un gran ruido que resonaba en la cúpula, y seguía luego bajo otro arco y volvía a desaparecer en un túnel. Junto a la cascada los Noldor nos detuvimos y los elfos se despidieron de mí.

· Ahora debemos volvernos y seguir nuestro camino con la mayor prisa porque asuntos de gran peligro se agitan en Beleriand, me dijo Gelmir.
· ¿Es, pues, la hora en que Turgon ha de salir?—pregunté.
Entonces los Elfos me miraron con gran asombro debido a lo que había dicho
· Ese es asunto que concierne a los Noldor más que a los hijos de los Hombres ¿Qué sabes tú de Turgon?, me dijo el otro elfo llamado Arminas.
· Poco —respondí—, salvo que mi padre lo ayudó a escapar de la Nirnaeth y que en la fortaleza escondida de Turgon vive la esperanza de los Noldor. Sin embargo, no sé por qué, tengo siempre su nombre en el corazón y me sube a los labios. Y si de mí dependiese, iría a buscarlo en vez de seguir este oscuro camino de temor. A no ser, quizá, que esta ruta secreta sea el camino a su morada.
· ¿Quién puede decirlo? —respondió el Elfo—. Porque así como se esconde la morada de Turgon se esconden también los caminos que llevan a ella. Yo no los conozco, aunque los he buscado mucho tiempo. Sin embargo, si los conociera, no te los revelaría a ti ni a ninguno de entre los Hombres.
Ante eso Gelmir dijo:
· No obstante he oído que tu Casa goza del favor del Señor de las Aguas. Y si sus designios te llevan a Turgon, entonces sin duda llegarás ante é1 río. ¡Sigue ahora el camino por el que las aguas te han traído desde las colinas, y no temas! No andarás mucho tiempo en la oscuridad. Adiós! Y no creas que nuestro encuentro haya sido casual; porque el Habitante del Piélago mueve muchas cosas en esta tierra quieta. Anarka Lun a tie Lyanna.

Ellos se volvieron y ascendieron nuevamente, permanecí inmóvil hasta que la luz de la lámpara desapareció, y me quedé solo en una oscuridad tan profunda como la noche en medio de las cascadas rugientes. Entonces, haciéndome de coraje, apoyé mi mano izquierda sobre el muro rocoso y tanteé el camino, lento al principio, y luego con mayor rapidez al ir acostumbrándome a la oscuridad y no encontrar nada que me estorbara.

Al cabo de un largo rato, según me pareció y ya fatigado pero sin ganas de descansar en el negro túnel, vi a lo lejos una luz; y apresurándome llego a una alta y estrecha hendidura y seguí la ruidosa corriente entre los muros inclinados hasta salir a una tarde dorada. Había llegado a un profundo y escarpado barranco que avanzaba derecho hacia el Oeste; y ante mi el sol poniente bajaba por un cielo claro, brillaba en el barranco e iluminaba los costados con un fuego amarillo, y las aguas del río resplandecían como oro al romper en espumas sobre las piedras refulgentes.

En ese sitio profundo avancé lleno de esperanza y satisfacción, y encontré un sendero bajo el muro austral, donde había una playa larga y estrecha. Y cuando llegó la noche y el río siguió adelante invisible, excepto por el brillo de las estrellas altas que se reflejaban en aguas oscuras, me tendí para dormir y buscar de este modo un poco de descanso; extrañamente no sentía temor mientras estuviera junto al agua, sentía un gran poder que corría por ella.

Thursday, February 16, 2006

II PARTE

Así fue que en el año 488 abandonamos las cuevas de Androth, pero el enemigo vigilaba y no tardó en advertir nuestra partida; no nos habíamos alejado mucho de las colinas cuando fuimos atacados por una gran fuerza de Orcos y Hombres del Este, ante la emboscada quedamos esparcidos por todas partes, mientras muchos huían hacia la caída de la noche. Pero en ese momento dentro de mi ardió el fuego de la batalla heredado de mi raza, y luché durante mucho tiempo y recuerdo que maté a muchos de los que me atacaron; pero al final fui superado, me hicieron cautivo y llevaron ante un hombre del este llamado Lorgan.

Este tal Lorgan era considerado el capitán y pretendía regir toda Dor-Lómin como feudo de Morgoth; y me hizo esclavo. Dura y amarga fue entonces mi vida en ese entonces; a ese salvaje le complacía darme un tratamiento más cruel que el acostumbrado, sólo porque era de la parentela de los antiguos señores, y pretendía quebrantar, si podía, el orgullo de la Casa de Hador.

A mi me tocó ser prudente, y soporté todos los dolores y contratiempos siempre atento y pacientemente; con el tiempo mi suerte se alivió un poco. Gracias a Ilúvatar no perecí de hambre, como les ocurría a tantos desdichados esclavos de Lorgan. Mi ventaja era que tenía habilidad y fuerza, y el salvaje de Lorgan alimentaba bien a sus bestias de carga, como nos llamaba, mientras fuéramos jóvenes y pudiéramos trabajar.
Al cabo de tres años de estar como esclavo, en el 491, pude vislumbrar por fin una oportunidad de huir. Ya había crecido mucho en estatura, tenía 18 años, y era ahora más alto y más rápido que ninguno de los Hombres del Este; y habiendo sido enviado junto con otros esclavos a hacer un trabajo en los bosques, me volví sorpresivamente en contra los guardias y los maté con una espada que logré arrebatarles y escapé hacia las colinas.

Los Hombres del Este me persiguieron con perros, pero de nada les sirvió porque casi todos los perros de Lorgan eran mis amigos, me había encargado de eso durante los tres años que estuve en cautiverio, y si me alcanzaban solo era para jugar conmigo y luego se alejaban cuando yo se los ordenaba.

Por fin a las cuevas de Androth y me quedé allí viviendo solo, y durante cuatro años fui un proscrito en las tierras de mi padre, torvo y solitario; y era temido, porque salía con frecuencia y mataba a muchos de los Hombres del Este con que me topaba. Entonces se puso un alto precio a mi cabeza; pero nadie se atrevía a acercarse a mi escondite, aun con fuerzas numerosas, pues temían a los Elfos y esquivaban las cuevas donde ellos habían habitado.

Mis expediciones no tenían como propósito la venganza, ya que mi único objetivo era buscar la Puerta de los Noldor, de la que hablaban los Anales. Pero no la encontré, porque no sabía por dónde buscar, y los pocos Elfos que aún habitaba en las montañas no habían oído hablar de ella.
Yo sabía que, aunque la fortuna aún me favorecía, los días de un proscrito están contados, y son siempre pocos y sin esperanza. Tampoco estaba dispuesto a vivir siempre como un hombre salvaje en las colinas desnudas, y dentro de mí quería salir corriendo en busca de grandes hazañas.

Un día a principios del año 23 a partir de la Nirnaeth, estaba sentado junto a un manantial que llegaba hasta las puertas de la cueva donde vivía; mirando hacia el oeste una nubosa puesta de sol. Entonces mi corazón me dijo que ya no seguiría esperando, sentí un repentino impulso por ponerme de pie y partir, con el temor de abandonar las tierras de mi parentela y de buscar una puerta que nadie sabía en donde estaba y que no había podido encontrar.

Entonces cogí el arpa que siempre llevaba conmigo, pues era hábil en el tañido de sus cuerdas, y sin tener en cuenta el peligro de mi clara voz solitaria en el yermo, canté una canción élfica del Norte para animar los corazones. Y mientras cantaba, el pozo que estaba a mis pies empezó a bullir con gran incremento de agua, y desbordó, y un riachuelo corrió ruidoso ante mi por la rocosa ladera de la colina, fue algo sorpresivo que nunca en mi vida me había pasado, no sabía a que atribuirle este hecho, pero algo dentro de mi me hizo pensar en los Valar, y tuve esto como un signo de que debía partir y me puse de pie sin demora y seguí el riachuelo.

Fue de este modo que descendí las altas colinas de Mithrim y salí a la planicie de Dor-Lómin al norte; y el riacho crecía sin cesar mientras yo avanzaba hacia el oeste, hasta que al cabo de tres días pude divisar en el oeste los prolongados cordones grises de Ered Lómin que en esas regiones se extienden hacia el norte y el sur cercando las lejanas playas de las Costas Occidentales. Hasta esas montañas nunca había llegado en mis viajes.

Tuesday, February 14, 2006

ESTA ES MI HISTORIA (I PARTE)

Soy Tuor de Dor-lómin y esta es mi historia:
(Basada en los escritos de J.R.R. Tolkien)

Rían mi madre vivía con el pueblo de la Casa de Hador, a la que pertenecía mi padre Huor; cuando llegó a Dor-Lómin supo del rumor de la Nirnaeth Arnoediad y allí no tuvo noticias de mi
padre, por lo que empezó a desesperar y echó a andar sola por el descampado. Allí habría perecido si no hubiera sido por los Elfos Grises quienes acudieron a ayudarla, parte de ellos tenían su morada en las montañas al oeste del Lago Mithrim; y allí la condujeron y me dio a luz en el año 472 de la Primera Edad del Sol, justo antes que terminara el Año de la Lamentación.

Mi madre dijo a los Elfos que me llamaran Tuor, porque ése es el nombre que me dio mi padre antes de que la guerra se interpusiera entre ellos. También les pidió que me criaran y que me mantuvieran oculto, ya que preveía que mi destino sería ocasión de un gran bien tanto para los Elfos como para los Hombres.

Ella además señaló que todas esas recomendaciones se debían a que iría en busca de Huor. En ese entonces un tal Annael, el único de entre todos los de ese pueblo que había vuelto de la Nirnaeth, le dijo:
· Ay, señora, se ha sabido que Huor cayó junto a Húrin, su hermano; y yace, según creo, en el gran montón de muertos que los Orcos han levantado en el campo de batalla.

Por tanto mi madre se puso en camino y abandonó la morada de los Elfos y atravesó la tierra de Mithrim y llegó por fin a la Haudh-en-Nelengin en el yermo de Anfauglith, y allí se tendió y murió.

Los Elfos cuidaron de mi y crecí entre ellos; yo era blanco de cara y de cabellos dorados, como los parientes de mi padre, según me decían, y me hice fuerte, alto y valiente, y como había sido criado por los Elfos tenía conocimientos y habilidad semejantes a los de los príncipes de los Edain antes de que la ruina asolara el Norte.

Con el paso de los años, la vida de los habitantes de Hithlum que quedaban todavía, Elfos u Hombres, fue volviéndose más dura y peligrosa. Porque como se cuenta, Morgoth quebrantó la promesa que había hecho a los Hombres del Este, les negó las ricas tierras de Beleriand que habían codiciado, y llevó a este pueblo malvado a Hithlum y les ordenó morar allí. Y aunque ya no amaban a Morgoth, lo servían aún por miedo, y odiaban a todo el pueblo de los Elfos; y despreciaron al resto de mi casa, la Casa de Hador los cuales eran ancianos, mujeres y niños en su mayoría, y los oprimieron, y desposaron a las mujeres por la fuerza, tomando tierras y bienes, esclavizando a los niños. Los Orcos iban de un lado a otro por el país y perseguían a los Elfos demorados hasta las fortalezas de las montañas, y se llevaban a muchos cautivos a las minas de Angband para que trabajaran allí como esclavos de Morgoth.

Annael condujo a su pequeño pueblo a las cuevas de Androth, y allí tuvimos una vida dura y fatigosa. Cuando cumplí quince años fui hábil en el manejo de las armas, el hacha y el arco de los Elfos Grises. Mi corazón se enardeció al escuchar la historia de las penurias de mi gente y deseé ponerme en camino para vengarme de los Orcos y los Hombres del Este. Pero Annael me lo prohibió.

· Lejos de aquí, según creo, te aguarda la perdición, Tuor, hijo de Huor — me dijo—. Y esta tierra no se verá libre de la sombra de Morgoth en tanto la misma Thangorodrim no sea derribada. Por tanto, hemos resuelto abandonarla y partir hacia el sur; y tú vendrás con nosotros.
· Pero ¿cómo escapar a la red de nuestros enemigos? Porque sin duda la marcha de un número tan crecido no pasará inadvertida, le dije.
· No avanzaremos al descubierto —me dijo Annael—, y si la fortuna nos acompaña, llegaremos al camino secreto que llamamos Annon-in-Gelydh, la Puerta de los Noldor; porque fue construido por la sabiduría de ese pueblo, mucho tiempo atrás, en días de Turgon.

Al oír ese nombre me sobresalté, no se explicar por qué razón; extrañado por la rara sensación pregunté a Annael acerca de ese Noldo llamado Turgon.
· Es un hijo de Fingolfin —me explicó Annael— y es ahora considerado Alto Rey de los Noldor desde la caída de Fingon. Porque vive todavía, el más temido de los enemigos de Morgoth, y escapó de la ruina de la Nirnaeth cuando Húrin de Dor-Lómin y Huor, tu padre, defendieron tras él los pasos del Sirion.
· Entonces iré en busca de Turgon, porque sin duda me ayudará en consideración a mi padre, dije efusivamente.
· No podrás — me replicó Annael—. Porque la fortaleza de Turgon está oculta a los ojos de los Elfos y de los Hombres, y no sabemos dónde se encuentra. De entre los Noldor, quizá, algunos conocen el camino, pero nadie habla de eso. No obstante, si quieres hablar con ellos, acompáñame como te dije; porque en los puertos Lejanosdel Sur es posible que te topes con viajeros que vengan del Reino Escondido.

Wednesday, February 01, 2006

FIN DE ESTA HISTORIA

Sentí que aún tenía que dar gracias a Ilúvatar aún por todo y por permitirme el
acto de amor más grande, permanecer al lado de mi amada evitando que el
Hado del Destino nos separara debido a nuestros linajes. Entonces recordé
cuando pude perderla y sentí por última vez angustia en mi corazón, llamé a
Idril a mi lado y entoné unas últimas estrofas:

"La Primera vez que sentí oscuridad,
te vi volar entre las manos de un ser oscuro.
La primera vez que sentí temor,
Unas manos negras quisieron desprenderte de tu estrella.
No te vayas Pies de Plata, el amigo del mar aún nos necesita.
Ese día descubrí que desde que estás a mi lado conozco los sueños,
Ese día aprendí que realmente eres un motivo en mi alma,
El motivo que me permite evitar naufragar,
y que me empuja a caminar por grandes bosques,
por la tierra de los sauces, Nan-tathren,
con una única razón, estar por siempre a tu lado,
y no dejarme absorber por el tiempo y el cansancio.
Hoy derramo mi última lágrima,
Te rescaté de las manos del fuego oscuro,
Me enfrenté al Destino de una Voluntad,
Sólo por ti Idril, sólo por Ti"

Y con esto acaba mi relato, ahora me retiro a descansar.